lunes, 14 de noviembre de 2011

Figuras

Él dio pasos lentos por el túnel que lleva a la arena, al entrar el público le aplaudió, el animal estaba inquieto, la gente festejó el primer pase.

Nunca la había fallado y era de sus suertes favoritas, ante la embestida del toro, movía el cuerpo, girando sobre una pierna y terminaba con una rodilla en la arena.


Todos corren de un lado a otro, lo normal para la inauguración y faltando tan pocos segundos para que se abra el telón, respiro profundo y tomo mi posición, se levanta el telón, la luz llena el escenario luego se va cerrando sobre mí.

A partir de ahora no existe nada más que mi historia, durante la siguiente hora me enamoraré, gozaré, sufriré y moriré.


La muerte siempre estuvo presente cada vez que salía a la arena, para vencerla tenía sus rituales, sus cábalas. Su historia la escribió con su muleta, verónicas y banderillas de a par, levantando los brazos completaba el arco con la espalda, las banderillas caían sobre el lomo del animal enterrándose, el público festejaba.


Las zapatillas hacen crujir la madera del escenario, plié, semiplié y los brazos del bailarín me elevan por los aires, el público en silencio, va desapareciendo hasta que quedo sola en mi historia. Y en está historia está él, varonil y caballeroso, me jura amor eterno.


El toro pasó demasiado cerca, él continuó con la faena como si nada hubiese pasado, con un par de suertes logró colocar al toro en posición para la estocada final, con la espada en la mano, esperaba la última embestida del animal.


Las familias se oponen a nuestro amor, siento la sombra de otra mujer, y me invade la duda, la muerte aparece como única salida.

En un descuido tomo el puñal de su cinturón, y lo escondo entre mi ropa, sintiendo el metal frío contra mi piel.


El golpe fue violento y lo sorprendió, todavía tenía la espada aunque ya casi sin fuerzas la dejó caer a la arena al mismo tiempo que sus rodillas cedían.

Alzó la mirada confusa, sin comprender que había pasado, buscó en vano al toro, sintió las manos húmedas de sangre.


Hundo el puñal en mi vientre con todas mis fuerzas, y caigo sobre escenario vacío, alguien encuentra mi cuerpo sin vida, se oyen llantos, arrepentimientos.

La luz va abandonando la escena, el último haz muere sobre mi cuerpo. Después solo hay oscuridad. El telón ha caído y el público aplaude.


El público comentaba que la herida del matador había sido de las peores vistas en esa arena. En el palco bajaron la bandera a media hasta, en señal de duelo.

Viviré y moriré en mi ley, solía decir, y ese fue su último pensamiento, no ha sentido nada, cerró los ojos por última vez, luego vendría la oscuridad.


Levantan el telón y salen los bailarines, hacen su venia y dan un paso atrás, camino erguida hasta el centro del escenario, el público continúa aplaudiendo, el director me entrega un ramo y da un paso hacia atrás también, quedo sola, en el centro, hago mi venia y me retiro, el público aplaude de pié, ha sido todo por hoy.

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